ENSEÑANZA
Los hombres fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1, 27). Perdimos ese parecido por culpa de Adán, pero lo recuperamos por el amor de Cristo, que se hizo semejante en todo a nosotros, menos en el pecado (Heb. 2, 17) para que volviésemos a ser semejantes al Creador.
La meta de los cristianos es acoger al Señor y permitirle que more en nuestro corazón y nos transforme en Él, de modo que podamos exclamar: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Gál. 2, 20). Realizar esa afirmación del Apóstol es una gracia para cualquier persona. "Ese es el ideal y la meta que traspasa e invade a la Renovación Católica, y el programa de vida de quienes se someten a la guía del Espíritu Santo", enseñó el Papa Juan Pablo II.
Jesús quiere morar en sus discípulos. Él habló de venir con el Padre y con el Espíritu Paráclito, para hacer su morada en nosotros, y puede realizarlo si nuestra mente piensa en Él, si nuestro corazón lo ama, si nuestra memoria lo evoca, si nuestros deseos lo anhelan, si nuestros actos se realizan de acuerdo con su voluntad.
El hombre que se compromete con ese ideal se va transformando en Jesucristo: piensa como pensó Jesús (1 Cor. 2, 16), ama como el Señor amó (Jn. 13, 34; 15, 12; 1 Jn. 2, 6; Ef. 5, 2), perdona, acoge y sirve como Él lo hizo (Col. 3, 13; Rom. 15, 7; Mt. 20, 27-28). Esa identificación con Jesús llega a ser tan grande que, según san Pablo, "somos conformes a la imagen de su Hijo" (Rom. 8, 29) y se puede afirmar que "el cristiano es otro Cristo". Esto es un regalo del Espíritu Santo.
Identificarse con Jesús
Los cristianos hablan de imitar a Jesucristo y de comportarse en cada momento como lo haría Jesús. Esa manera de expresarse se encuentra en la Biblia y en los escritos espirituales.
Pero otro modo de hablar, más intenso y comprometido, que también se lee en la Biblia, es el que nos lleva a recordar que los bautizados formamos con Jesucristo un mismo cuerpo, del cual somos miembros, y que Él nos puede usar como instrumentos para realizar su obra: nuestras palabras le permiten seguir anunciando su evangelio, nuestros actos le posibilitan expresar su misericordia ante el sufrimiento de los hombres, nuestros sentimientos prolongan los suyos impregnados de amor y obediencia hacia su Padre, y nuestros dolores completan lo que faltó a su pasión.
También nuestra oración de alabanza y de súplica debe unirse a la de Jesús, y haciéndose expresión de la plegaria del Hijo de Dios, llegar hasta el corazón del Padre. Eso lo expresa la liturgia cuando, en la anáfora eucarística, exclama: "Por Cristo, con Él y en Él, se te dé, oh Padre, todo honor y toda gloria". En esa frase cada preposición tiene un sentido especial: "Por" alude a Cristo mediador, a través del cual llegamos a Dios. "Con" se refiere a Jesús nuestro hermano, solidario con nosotros en nuestras súplicas. "En" recuerda nuestra unión con Jesucristo, con quien formamos un solo cuerpo.
María, modelo de la transformación en Cristo
La mujer que realizó de modo perfecto la unión con Jesús y la transformación en Él fue María, su madre: ella lo llevó nueve meses en sus entrañas, lo acogió recién nacido, lo acompañó desde el pesebre hasta el Calvario, conservó en su corazón todo lo que a Él atañía y estuvo siempre llena de su amor.
Jesús y María parecían no tener sino un mismo espíritu y un mismo corazón. Con razón, y más que san Pablo, podía decir la Virgen: "No vivo yo, sino que es Cristo el que vive en mí", pues era Jesús el que vivía y reinaba en el corazón de María (Gál. 2, 20).
Eso lo experimentó María por bondad del Espíritu Santo, quien la llenó de gracia, la plasmó a imagen de Jesús y formó en las entrañas virginales de nuestra Señora el cuerpo de Jesús.
Es también el Espíritu Santo quien hace que Jesús viva en la Iglesia y en cada cristiano, de modo que cada uno de nosotros disminuya para que crezca Él, se posesione de nosotros y nos incorpore plenamente en su ser.
LA REVELACIÓN DE DIOS
Para profundizar la enseñanza expuesta, insinuamos la lectura meditada de los siguientes pasajes bíblicos:
Juan 15, 1-17.- "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros."
Juan 17, 20-25 .- "No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado.
Filipenses 2, 1-11.- "Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús = toda rodilla se doble = en los cielos, en la tierra y en los abismos, = y toda lengua confiese = que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2, 12-30.- "Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones para que seáis irreprochables e inocentes, = hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, = en medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo, presentándole la Palabra de vida para orgullo mío en el Día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano. Y aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros. De igual manera también vosotros alegraos y congratulaos conmigo. Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, para quedar también yo animado con vuestras noticias. Pues a nadie tengo de tan iguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses, ya que todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús. Pero vosotros conocéis su probada virtud, pues como un hijo junto a su padre ha servido conmigo en favor del Evangelio. A él, pues, espero enviaros tan pronto como vea clara mi situación. Y aun confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto. Entretanto, he juzgado necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi necesidad, porque os está añorando a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad. Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza. Así pues, me apresuro a enviarle para que viéndole de nuevo os llenéis de alegría y yo quede aliviado en mi tristeza. Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened en estima a los hombres como él, ya que por la obra de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que no podíais prestarme vosotros mismos.
Filipenses 3, 7-17.- Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús. Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo declarará Dios. Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante. Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros.
Colosenses 3, 4-18.- Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él. Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes, y que también vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais entre ellas. Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento pefecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
1 Pedro 2, 4-10.- Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo. Pues está en la Escritura: = He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa y el que crea en ella no será confundido. = Para vosotros, pues, creyentes, el honor; pero para los incrédulos, = la piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido, = = en piedra de tropiezo y roca de escándalo. = Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra; para esto han sido destinados. Pero vosotros sois = linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, = para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz vosotros que en un tiempo = no = erais = pueblo = y que ahora sois el Pueblo de Dios, de los que antes = no se tuvo compasión, = pero ahora = son compadecidos. =
CANTOS
Los cantos que luego se indican pueden servir para profundizar el tema expuesto en este seminario, y para alabar y bendecir a Dios por el honor que nos hace y que es inmenso:
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PARA PROFUNDIZAR
Reflexiona en tu oración ayudado por las preguntas que aquí se plantean, o utilízalas para animar la conversación en el grupo de oración con el que sigues el Seminario aquí propuesto:
- ¿Qué lugar ocupa Cristo en tu vida?
- ¿Conoces a alguien que refleje la presencia de Cristo, a través de sus palabras y del testimonio de vida?
- ¿Cómo definirías tu relación con Cristo: la de discípulo, seguidor, servidor o amigo con respecto de Él?
- ¿Qué significa para ti el ejemplo de María, como modelo en la relación con Jesús?
- ¿Puedes tú decir que Cristo vive en ti?
APLICACIONES PRÁCTICAS
- Invoca al Espíritu Santo y pídele que forme a Jesús en tu vida.
- Ábrele la puerta a Jesucristo y dile que deseas que viva por la fe en tu corazón.
- Pide a la Virgen María que te enseñe a aceptar a Jesús por la fe y el amor.
- Comparte con otros tu testimonio de cómo encontraste a Jesús y qué significa Él en tu vida.
- Difunde libros, folletos, revistas, casetes de tema cristiano.
- Organiza una vigilia de oración ante Jesús en la Eucaristía.
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